Zaragoza, Romana, Mora y sobre todo Cristiana

Debajo del pavimento de esta Zaragoza Pilarica que hoy recorremos esta la Sarakusta de los moros y más hondo aun, la Cesaraugusta romana, los tres cimientos que el Ebro lame, paciente, cuando atraviesa la caudalosa ciudad.
Si procedemos cronológicamente el visitante debe comenzar por las murallas y el teatro romano, debe seguir por el palacio de la Aljaferia y seguirá por las iglesias mudéjares. En el remate deberá incluir la obligada visita a la basílica barroca del Pilar, donde podrá besar la columna sobre la que apareció la diminuta Virgen Pilarica al apóstol Santiago, el evangelizador de España que, según la moderna critica, jamás piso la Península, lo que refuerza aún más si cabe la calidad del milagro.
En Zaragoza el visitante puede empacharse de arte y cultura o puede concediéndose un descanso, simplemente vagar por las calles y plazas que conforman su centro histórico, por el paseo de la Independencia, por la plaza de San Francisco, por el paseo de Sagasta, por el parque Primo de Rivera, por sus avenidas arboladas, por las terrazas soleadas de sus zonas peatonales y por esos rincones alejados del trasiego de la moderna ciudad en los que la vida discurre con mayor calma.


Catedral de Zaragoza

Como a las buenas familias, a la catedral de Zaragoza la prosapia le viene de lejos. Empezó de basílica visigoda, quien sabe si fundada sobre ruinas anteriores, siguió en mezquita, como era costumbre entonces, y al regreso de los cristianos volvió a ser iglesia, que conoció demoliciones, mejoras y remodelaciones a lo largo de los sucesivos cabildos y paso por todas las modas arquitectónicas del catálogo hispano: Barroco, neoclásico, gótico, mudéjar, renacentista, románico y estilos que vinieron y vendrán.
La catedral es enorme por dentro: cinco naves, transepto y capillas con decoración variada y mucha filigrana mudéjar de esquinillas y complejos entrelazados de cerámica multicolor. El viajero admirara especialmente el retablo de Forment, los frescos de Goya, el trascoro de yeso tallado, los tapices del museo diocesano y el gran paño de colorista cerámica mudéjar de la Parroquieta. También, si le queda apetito artístico y no le empacha lo mucho, el bello cimborrio mudéjar.
En este marco incomparable se coronaban los reyes del reino de Aragón después de velar las armas la víspera en la Aljaferia. También se bautizaban, casaban y celebraban los funerales.

Catedral de Zaragoza

Palacio de la Aljaferia

Extramuros de la muralla romana, en el llano de la saria donde los moros celebraban alardes militares, se construyó la espectacular Aljaferia, un soberbio edificio de planta cuadrangular con torreones redondos.
La Aljaferia es un palacio sirio-omeya trasplantado a Europa, una residencia moruna plena de lujos y comodidades como expresión del poder del gobernante. En la tosca Europa de su tiempo debieron de lucir con insólito resplandor las yeserías, policromías, adornos y exquisiteces de este palacio fortificado que sería como un fruto pulposo y dulce que estuviera protegido por una cascara impenetrable. Las salas del palacio reciben la luz de un patio ajardinado al que se abren dos pórticos laterales con arquerías mixtilíneas. En estas estancias admiramos hermosas yeserías, artesonados, un oratorio octogonal profusamente decorado y, ya de época cristiana, el artesonado gotico-mudejar de las salas de los Pesos Perdidos, especialmente del llamado Salón del Trono.

Borja, Aceite y Vino

Entre viñedos y olivares llega el viajero a Borja, la capital del valle de Hueca, distante 63 kilómetros de Zaragoza. En Borja encontraremos los familiares rasgos de una importante ciudad medieval: plazas porticadas, callejuelas sinuosas, palacios, casonas solariegas y, sobre todo, profusión de edificios religiosos. A este patrimonio añadiremos el de los restos de fuertes murallas, en gran parte abatidas por la edad. Los edificios religiosos más representativos son la colegiata de Santa María, San Miguel y San Bartolomé, y los conventos de Santa Clara, Santo Domingo y de la Concepción. Conviene añadir, para los avaros de belleza que quieren verlo todo, el santuario de la Misericordia y la ermita renacentista del Calvario, en realidad un cenotafio circular.
Entre las obras civiles del pueblo mencionaremos la Casa de la Estanca, edificio mudéjar revestido con motivos romboidales; la Casa de las Conchas actual ayuntamiento, y la residencia de María Aguilar. Después del artístico paso lo mejor será entrar en una taberna y degustar los cavas y vinos dulces de Ainzon. Lo suyo seria acompañarlos con morcilla de Aragón. El día de Jueves Lardero la población sale al campo a comer pan con chorizo o longaniza. El 23 de Abril, San Jorge, peregrinan a la ermita del santo a comer pan dulce con formas femeninas, que contienen huevos duros.

El Gran embalse de Mequinenza

La antigua Mequinenza estaba tan estratégicamente situada, en la confluencia del Cinca y el Segre con el Ebro, que Obras Públicas construyo allí un embalse que cubrió con sus aguas el pueblo y determino el traslado de sus habitantes a una población de nueva planta. La ventaja del forzado trasiego es que ahora el inmenso lago ha revitalizado aquella comarca porque sus playas tranquilas y la suave temperatura de sus aguas, atraen a deportistas y veraneantes.
El Mar de Aragón combina zonas semidesérticas con otras de ribera, lo que determina un rico ecosistema fluvial integrado por numerosas especies, algunas de ellas muy prolíficas, como la carpa común y el alburno que allá se reproducen con bastante comodidad a pesar de sus depredadores. En cuanto a la flora, el lago esta orillado de bosquecillos de tamarizales, masas de pinos carrascos, álamos blancos y chopos negros con el consiguiente acompañamiento ribereño de carrizales, tomillos, aliagas, retamas.
Los ayuntamientos ribereños han organizado diversas rutas para el turismo ecológico.

El Museo del vino de Cariñena

Cariñena, capital de la comarca de Capo de Cariñena, está rodeada por unos diez millones de cepas de variedad garnacha.
Mientras llega el momento de sentarse en una bodega o mesón a degustar el vino del terruño podemos pasar por el casco antiguo a fin de admirar la plaza Mayor, con su fuente de la Mora, decorada con figuras femeninas. Durante las fiestas de la Vendimia está bastante más solicitada que nunca porque mana vino en lugar de agua.
Proseguiremos el paseo por el arco del Cordero y calles adyacentes, un buen conjunto de casas solariegas y de arquitectura popular. Los edificios más notables son la iglesia de la Asunción y la del Ayuntamiento. El museo del vino de Cariñena se ubica en una antigua bodega, la Casa de la Viña y el Vino, notable ejemplo de la arquitectura modernista industrial de comienzos del siglo XX. En el museo veremos una colección de útiles viticultores y nos explicaran la historia del vino en la región.

Ruinas de Belchite

En el pueblo de Belchite se libró una batalla en agosto de 1937 que lo dejo hecho unos zorros. Acabada la Guerra Civil o Cruzada de Liberación, Franco decidió reconstruir el pueblo en otro lado y dejar las ruinas del antiguo como memorial de la “barbarie roja”. El propio Franco inauguro en 1954 el nuevo pueblo, de casas clónicas, sin personalidad y sin vida. En los frentes de la batalla, a unos les corresponde ser yunque y a otros maza. Belchite fue el yunque, fue el reducto que había que aguantar mientras se desarrollaban las operaciones del Norte. Tras esta sublime lección de estrategia militar, el Caudillo, repartió llaves entre los nuevos moradores, se sirvió una copa de vino español a las autoridades y jerarquías asistentes y los ujieres se pusieron morados con los canapés sobrantes. Desde entonces las ruinas se han degradado bastante pero todavía son lo suficientemente evocadoras como para atraer muchos miles de visitantes al año. Hace años que las ruinas de Belchite son objetivo preferente de parapsicólogos más o menos pirados que acuden a ellas con magnetófonos para rescatar las voces del pasado, según dicen. Últimamente por desgracia también se escuchan voces del presente, especialmente cuando los jóvenes de la comarca organizan en ellas el botellón veraniego.

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